Techos Solares Comunitarios: La democratización en la generación de la energía eléctrica llega a su fin. MIRIAM GRUNSTEIN

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¿Cuál es el colmo de un populista? Olvidar cómo vive el pueblo.

México es un país en el que se sufre de pobreza energética. Por ésta no queremos decir que la gente no tenga acceso en absoluto a la energía eléctrica, sino que aún existen muchos sitios en donde hay insuficiencias importantes en el servicio.

Para ilustrar este argumento imaginemos una población, que no vive en la indigencia, pero que está compuesta por un ingreso medio de 10 a 15 mil pesos mensuales. Aquí, en este pueblo mágico, la gente se gana la vida por medio de comercios pequeños: venta de artículos de piel, pero también algunos restaurantes, panaderías, carnicerías y otros establecimientos que requieren cocina, refrigeración y, por lo tanto, electricidad.

Como es una zona boscosa y húmeda, la precipitación pluvial es abundante. Y típicamente, como la barbacoa, en este pueblo cada tarde-noche tormentosa hay “apagones” cuya secuencia es imposible predecir. Pueden acontecer cada 15, 20, 30, 40 minutos o uno solo cuya duración puede extenderse hasta las 10 horas. En ese lapso, la gente se queda sin comercio, los niños sin los medios para educarse (debido a la cuarentena interminable), sin recursos para atender una urgencia porque el centro de salud no tiene planta; y llegada la noche, una oscuridad que precariza la población entera.

Para una usuaria la solución podía descansar en “independizar” al pueblo de la dependencia de la empresa de estado mediante la creación de “techos comunitarios.” Se trataba, simplemente, de buscar los medios para procurar mejor calidad en el servicio, y por lo tanto de vida, mediante la búsqueda de financiamiento para desarrollar comunidades alimentadas con el sol, felizmente intercontectadas y libres de la tiranía del Leviathan monopolista. Este es el epítome, no del individualismo que tanto denosta el gobierno, sino de la cooperación entre vecinos para vencer la pobreza energética.

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