
Marcelo Ebrard, exsecretario de Relaciones Exteriores y actual secretario de Economía, ha dejado clara la posición de México en lo que respecta al futuro del sector energético.
Durante su intervención en el foro Bloomberg NEF en Monterrey el día 8 de octubre, Ebrard subrayó que el país enfrenta un desafío mayúsculo en términos de suministro eléctrico, especialmente en las regiones del norte, donde la demanda ha crecido significativamente debido a la expansión industrial y la cercanía con Estados Unidos. Pero el aspecto más crítico de su discurso es, sin duda, la apuesta por las energías renovables y el nearshoring como las estrategias clave para el futuro de la nación.
Bajo la administración de Claudia Sheinbaum, México se ha comprometido a generar el 45 por ciento de su energía a partir de fuentes limpias para el año 2030. Esto no solo responde a las presiones globales en torno a la transición energética, sino también a la urgente necesidad de modernizar el sistema eléctrico nacional, que durante años ha sido el Talón de Aquiles de su desarrollo industrial y económico. Para lograr esta ambiciosa meta, se estima que se requerirán inversiones cercanas a los 50 mil millones de dólares, una cifra que pone de relieve la importancia del capital privado en este proceso.
La energía será, como indicó Ebrard, uno de los pilares fundamentales del desarrollo de México durante los próximos seis años. Es una declaración contundente que marca un cambio de rumbo respecto a las políticas energéticas de la administración de López Obrador, cuyo enfoque en el fortalecimiento de las empresas estatales como CFE y Pemex limitó la participación del sector privado en proyectos clave. Ahora, Ebrard plantea un escenario más favorable para la inversión extranjera, con reglas claras y un enfoque pragmático que busca atraer capital para infraestructura energética, movilidad eléctrica y tecnología de almacenamiento de energía.

El nearshoring es otro concepto esencial en este nuevo enfoque. La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha abierto una ventana de oportunidad para que México se convierta en un actor clave en la reubicación de cadenas de suministro. En este contexto, el sector energético juega un papel crucial, sin una red eléctrica moderna y sustentable, es impensable que las grandes empresas tecnológicas y manufactureras consideren a México como un destino viable para sus operaciones. Las promesas de Ebrard de fortalecer las cadenas de valor nacionales, en sectores prioritarios como el automotriz, la electromovilidad y los semiconductores, dependen directamente de que el país pueda ofrecer energía confiable y limpia .
El futuro de México, en términos energéticos, parece estar orientado hacia una mayor integración con los mercados internacionales y una apuesta decidida por las energías limpias. La administración de Sheinbaum, con Ebrard como uno de sus principales arquitectos, tiene la oportunidad de redefinir la política energética del país, alejándose del nacionalismo energético que ha prevalecido en los últimos años. Sin embargo, no será una tarea fácil. Los retos son enormes, tanto en términos de infraestructura como de financiamiento, y el tiempo apremia.
México tiene una oportunidad única de liderar la transición energética en América Latina. Pero para que esto suceda, es fundamental que el gobierno mantenga un diálogo abierto con el sector privado, no solo para atraer las inversiones necesarias, sino también para crear un entorno de certidumbre y confianza que permita a México convertirse en un referente global en energías limpias y en el nearshoring de industrias de alta tecnología.
¿Podrá México aprovechar esta oportunidad histórica? Solo el tiempo lo dirá, pero el viento, como dijo Ebrard, ahora está a nuestro favor.
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