¿Hay algo bueno en la Pandemia?

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La opinión de Daniel Chacón en pv magazine México siempre enriquece el análisis y debate en temas de Energías Renovables y Cambio Climático.

En esta ocasión su apunte gira alrededor de lo que significa el trabajo que usualmente se realiza en oficina, en los centros de operaciones en grandes y pequeñas empresas hoy trasladado a casa debido a la emergencia sanitaria: el famoso “Home Office”. Una propuesta a la reflexión.

Aquí el comentario de Daniel Chacón.

Daniel Chacón, Iniciativa Climática México

Indudablemente que todos estaríamos mejor si no se hubiera atravesado en nuestro camino un problema global que muchos avizoraron años atrás y del cual tuvimos varios avisos previos, SARS, MERS, AH1N1, ébola, y otros jinetes apocalípticos que pensamos nunca tendrían los efectos que ahora vemos con el COVID19. La humanidad fue agarrada por sorpresa con un virus muy contagioso y peligrosamente fatal para ciertos segmentos de la población.

Habiendo dicho lo anterior, pareciera que nada bueno surgiría de la pandemia hasta que nos ponemos a pensar que las medidas que hemos tomado para el combate al fenómeno, por cierto, sin tener muchas opciones, están resultando benéficas para ciertos compartimientos del medio ambiente que han estado bajo asedio por parte de todos nosotros desde hace muchas décadas.

En efecto, muchos habrán visto las fotos de China que tomó la NASA desde el espacio donde se muestran, en días pasados, niveles muy bajos de óxido nitroso, NO2, sobre todo si se comparan con niveles de hace un año en esos mismos días. Por supuesto que el efecto se debe a la severa disminución de la actividad humana como resultado del encierro al que se vieron forzados los ciudadanos de ese país en el gran esfuerzo que hicieron para tratar de contener la epidemia. Esta situación se estará repitiendo en otros países y con otros contaminantes.

NASA

NASA

Seguramente que los ecosistemas que han resultado más afectados por la actividad humana se estarán viendo menos presionados como resultado del COVID19. El hombre le está dando un respiro al planeta por causas fortuitas. Si uno fuera creyente de teorías de conspiración, bien podría haberse dicho que el COVID19 es la venganza de Gaia por los agravios causados por el desordenado desarrollo humano.

Por supuesto que no tenemos ninguna esperanza de que el respiro se prolongue mucho tiempo porque una vez que ganemos la batalla contra el virulento azote, seguramente volveremos a nuestras prácticas de siempre. Pero bien pudiera ser que algunas de las acciones que hemos emprendido para contener la pandemia se quedaran un tiempo más.

Y me refiero específicamente al trabajo remoto a través de las redes informáticas.

Desde hace al menos 10 años, he pensado que, en lugar de segundos y terceros pisos, mejor deberíamos dedicar nuestros escasos recursos a tender miles de kilómetros de grandes manojos de fibra óptica para que todos los hogares de las ciudades, especialmente nuestra congestionada CDMX, tengan una conexión óptica a la Web. Intuyo que esta infraestructura informática resultaría más barata que los grandes y elevados viaductos que se toman años en construirse, con un gran impacto económico, urbano y ambiental y causando graves disrupciones al bienestar de los citadinos.

El trabajo desde casa, o desde localidades descentralizadas cercanas a los empleados, sería mucho más cómodo para todos al ahorrarse los tardados traslados con una disminución sustancial de huellas de carbono y de contaminantes de efecto local, y con grandes beneficios económicos, psicológicos, y otros muchos más. Si a la infraestructura de fibra óptica se le aplican desarrollos de software que aseguren la productividad de los empleados en el trabajo remoto, habremos resuelto en gran parte uno de los problemas más acuciantes que afectan hoy en día a nuestras ciudades.

Ya no serían necesarios lo grandes rascacielos construidos especialmente para albergar oficinas que ocuparían empleados que, de otra forma, fácilmente estarían laborando desde sus casas o en pequeñas localidades descentralizadas por toda la ciudad y cerca de sus hogares a donde podrían trasladarse caminando o en bicicleta.

Estos rascacielos tienen un gran impacto urbano presionando el suministro de servicios como el agua, la energía y el drenaje, y complicando la movilidad en la ciudad.

Seguramente que esta solución no es aplicable a algunos modos de trabajo que requieren ineludiblemente la presencia de los empleados en el lugar de servicio o producción, pero si sólo pensamos en los miles de oficinas donde se realizan únicamente trabajos de gabinete, nos podemos dar cuenta del enorme potencial que existe para un cambio transformacional de esta naturaleza. Los requerimientos técnicos y económicos de un cambio así no están fuera del alcance de las capacidades de gobiernos y sociedad si lo comparamos con los costos de vialidades, accidentes, externalidades, edificios, mantenimiento urbano, tiempos perdidos, enfermedades respiratorias, conflictos familiares, y un gran etcétera.

Tal vez el encierro y el tele-trabajo forzado por el COVID19 nos pongan a reflexionar que esta manera de trabajar no es una mala idea y que pudiera ser permanente. Estoy seguro de que Gaia nos lo agradecería enormemente.

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