La Agencia Internacional de Energía (AIE), es una organización con base en París y con 31 países miembros. Casi la totalidad son países desarrollados. Los reportes que emite ejercen poderosa influencia sobre los políticos de turno, sobre la población y por ende sobre las políticas públicas en materia energética. También ejercen notable influencia sobre instituciones financieras y los que invierten capital.
En mayo de 2021 la AIE lanzó un informe titulado “Carbono Neutral al 2050 – Una hoja de Ruta para el Sector Mundial de la Energía”. Este reporte sorprendió a gran parte de la comunidad energética global por su drasticidad, irresponsabilidad e inaplicabilidad.
El reporte señala que “A partir de 2021 no deberían aprobarse ni ser necesarias nuevas inversiones en exploración y explotación de hidrocarburos a nivel global para alcanzar la meta establecida”. Irresponsable desde todo punto de vista, sobre todo para la seguridad de abastecimiento y los precios de la energía.
Este mes de octubre de 2023, la AIE volvió a la carga. Su director, Atih Birol, fustigó fuertemente a las empresas de hidrocarburos “por seguir realizando inversiones y adquisiciones para explorar y explotar en un entorno incierto y hostil para el mercado de crudo”. Manifestó que se prevé que la demanda de petróleo caiga casi a la mitad para el año 2050 “si los gobiernos cumplen con sus promesas climáticas”. La palabra clave está en esta última frase sobre los cumplimientos de los gobiernos. Una gran mayoría no lo han hecho y todo indica no lo harán. Analicemos:
Es que la AIE continúa tratando de frenar en seco inversiones aún muy necesarias en exploración y explotación de hidrocarburos. Lo anterior sin tomar en cuenta las tendencias de la energía global y sus complicaciones sociales con los precios y el abastecimiento.
Es que los que forjan los informes en la AIE viven en una burbuja de aviones de primera clase, hoteles de cinco estrellas, limusinas para llevarlos a sus reuniones y obviamente en sus hogares: calefacción, aire acondicionado y todos los otros placeres de la vida, que les proporciona la energía disponible de los fósiles y pueden pagarlo. No entienden que hay 8 billones de habitantes en el planeta y el 2050 seremos 10 billones y para esto se requiere más energía.
No entienden que los chinos, así como los latinoamericanos y otros ciudadanos del globo, quieren vivir con el mismo nivel de vida que tienen los norteamericanos, europeos y japoneses, y que para eso se necesita más energía. Todos los gobiernos tratan de hacer crecer su PIB lo máximo posible, para eso se necesita más energía y además que sea competitiva.
Es que yo también ando muy preocupado por los fenómenos climáticos y la afectación al medio ambiente causada por los humanos y sus ambiciones de energía para vivir mejor. Las energías alternativas disponibles son aún no competitivas, sobre todo por su intermitencia. Necesitan de respaldo, lo que las encarece mucho. Por eso los gobiernos no cumplen sus compromisos climáticos.
Un freno seco a las inversiones en exploración y explotación de petróleo y gas natural tendría perturbaciones muy serias sobre la seguridad de abastecimiento, los precios de la energía, la economía y en aspectos sociales, especialmente en muchos países en vías de desarrollo.
Recordar que el 2022 el planeta consumió, para generar energía, 31,6 por ciento de petróleo, 23,5 por ciento de gas natural y 26,7 por ciento de carbón. Es decir, un total de 81,8 por ciento de combustibles fósiles. Reemplazar esa cantidad de energía con paneles solares y turbinas eólicas, parece tarea imposible. Más aún el 2021 Estados Unidos generó con carbón el 22,2 por ciento de su demanda eléctrica, Europa el 15,67 por ciento y China el 62,56 por ciento.
Con estos datos, nos sorprende que la AIE no sea más realista y pragmática, y ayude con soluciones de alto impacto y rápidas en la reducción de emisiones. Por ejemplo, acelerar al máximo la conversión de plantas actuales de generación eléctrica a carbón y substituirlas con gas natural y algo de energías renovables. Este es un golazo ambiental. El frenar producción de gas natural es autogol.
Además, para pasar a ser un planeta eléctrico más limpio como todos deseamos, necesitamos trillones de paneles solares, billones de baterías, millones de km de nuevas líneas eléctricas, etc., etc. Y para todo este cambio se necesita una minería intensiva que se la tendrá que realizar, lastimosamente, con mayor demanda de diésel y gas natural.
Por todo lo expuesto anteriormente el frenar inversiones en exploración de petroleo y gas natural, es apostar por el desastre energético global. Transición energética sí, pero no a cualquier costo.
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