Estamos sufriendo ya varios años de sequías en el mundo, los períodos de ausencia de lluvia son más largos y las intensidades de las tormentas aumentan provocando inundaciones. Estos fenómenos parecen contradictorios, pero son manifestaciones de que los eventos extremos son cada vez más frecuentes e intensos. Como consecuencia de estos cambios tenemos que actuar.
La semana pasada la Dra. Karla Cedano nos alertaba sobre el grave problema del agua que estamos sufriendo en todo México. Con este tema nos invitaba a seleccionar con meticulosidad a quienes pretenden ocupar puestos de decisión en diferentes niveles de gobierno, ya que se acercan las elecciones en nuestro país, nuestros estados y municipios.
Pero ¿podemos hacer algo desde nuestros entornos directos? Claro que podemos, y desde las diferentes y diversas agrupaciones que como sociedad civil formamos es que nuestro actuar puede ser determinante para modificar las formas actuales de proceder.
Desde mi perspectiva las acciones de diferentes colectivos o asociaciones civiles o fundaciones son herramientas que tenemos como sociedad para influir de manera exitosa en diferentes ámbitos. Las normas que promueven la movilidad no motorizada son un ejemplo. Estas acciones se centran en entornos urbanos, pero el problema del agua es mucho más amplio que solamente una colonia, una delegación o una ciudad.
El problema del agua generalmente abarca dimensiones más amplias que las definiciones de ciudades. Estamos acostumbrados a pensar localmente o en entornos mundiales, pero los ámbitos intermedios involucran acciones mucho más complejas y que requieren de enfoques diversos (ambientales, económicos, sociales, tecnológicos, por citar algunos). Hoy quiero abundar en el problema del agua que puede impactar negativamente a cerca de un quinto de la población mexicana.
En el centro de México existe el llamado Bosque de Agua, que es un corredor forestal de suma importancia para la salud ambiental y, por lo tanto, de la población humana de la región. Se extiende por una superficie aproximada de 250 mil hectáreas y abarca territorio de más de 30 municipios o alcaldías de los estados de México, Morelos y Ciudad de México.
El Bosque de Agua alberga las cabeceras de cuatro cuencas hidrográficas: Valle de México, Balsas, Lerma-Chapala y Pánuco y con ello derrama sus aguas a más de 20 millones de personas en la región. Para mí fue una sorpresa que este pequeño corredor forestal surtiera del líquido vital a sistemas hidrológicos que pensaba eran independientes: Balsas, Lerma y Pánuco que nacen en una misma región, pero que viajan para regiones diferentes y desembocan en el Golfo de México o en el océano Pacífico.
Cada vez es más importante conocer y entender los mecanismos regionales para comprender los impactos que pueden tener nuestras actividades en este intrincado ecosistema planetario. A pesar de su enorme importancia, el Bosque de Agua se enfrenta a diversas amenazas, como la deforestación, la expansión urbana, la contaminación y el cambio climático. Es crucial proteger y conservar este ecosistema invaluable para garantizar el bienestar de las comunidades que dependen de él.
Retomando el tema de las acciones, es notable que las agrupaciones civiles sean las que orientan las acciones de gobierno en muy diferentes ámbitos. Por esta razón, resulta muy importante el papel que pueden jugar las asociaciones civiles para promover planes y estrategias a largo plazo y que trasciendan a los sexenios o trienios gubernamentales.
Las organizaciones civiles pueden desempeñar un papel fundamental en la protección de ecosistemas como el Bosque de Agua. Desde campañas de reforestación, promoción de las fuentes renovables de energía, apoyo a las diferentes comunidades en la gestión del agua, denunciar actividades contaminantes, y diseñar e implementar procesos de evaluación de las políticas en las regiones.
En particular, en el entorno del Bosque de Agua podemos mencionar a Fundación Biosfera del Anáhuac, una asociación civil fundada hace más de diez años que con su Iniciativa Bosque de Agua aporta estrategias y acciones para conservar, restaurar y promover el desarrollo sustentable, precisamente en el Bosque de Agua.
Es claro que este tipo de organizaciones se nutren de nuestras ideas y aportaciones, nuestra participación en los diferentes colectivos y en sus actividades son parte de las acciones con las que podemos contribuir a hacer un cambio en nuestros diferentes entornos.
Estamos acercándonos a decir que es la última oportunidad de cambiar las situaciones que hemos ocasionado con el irracional uso extractivista de los ecosistemas, en particular con el agua. En mi opinión, participar en actividades, como Last Chance, es contribuir con una de las acciones encaminadas a construir nuestro bienestar y ampliar las posibilidades de las generaciones futuras para que también disfruten de bienestar social.
Este artículo fue publicado el día 8 de mayo
El cambio climático ya llegó a nuestro hogar
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