Hoy presentamos en nuestra plataforma mexicana de pv magazine, las reflexiones de Francisco Martin, cofundador y director del Grupo SunRoof, una de las organizaciones empresariales chilenas que han registrado un dinamismo muy relevante en su actividad productiva no sólo en su país de origen sino en otras latitudes y su presencia en México, nos dicen, será aun mayor de lo que hasta ahora conocemos.
En nuestra conversación con ejecutivos de SunRoof, tuvimos la oportunidad de incrementar el conocimiento sobre la circunstancia energética en la historia de aquella nación, por cierto, y no quiero dejar de mencionarlo, país entrañable por muchas razones para un segmento muy significativo de la población de la Ciudad de México.
Mientras la evolución de los hidrocarburos en nuestro país se constituyó en un capítulo fundamental y decisivo en nuestra historia nacional, la presencia del gas y del petróleo en Chile fue nutrida por el factor ‘importación para el abasto local;’ es por ello que la irrupción de la industria de las energías renovables en aquella región encontró suelo fértil justo, entre otras circunstancias, por la ausencia de insumos energéticos regionales.
Chile es hoy un motor de las energías renovables no sólo de la región sino se encuentra ya en el carril de los países más avanzados del continente y la inversión internacional en aquel sector es ya muy significativa en la infraestructura nacional, pero este crecimiento, una vez más, tiene que ser contextualizado desde la muy breve descripción expuesta en líneas previa y también entendiendo las políticas púbicas que en materia de energía han instrumentado los diferentes gobiernos chilenos que desde el Palacio de la Moneda, sede del Poder Ejecutivo Chileno, se han instaurado en las últimas cinco décadas.
Aquí las reflexiones que el propio Francisco Martin, cofundador y director Grupo SunRoof esribe para pv magazine.
«A comienzos de 2012 fue publicada en Chile la Ley de Netbilling, que entregó el marco regulatorio necesario para el temprano desarrollo de las Energías Renovables No Convencionales (ERNC) en el país. Si bien fue necesario esperar la entrada en vigor del reglamento ad hoc, esto le permitió al país adelantar trabajo en la generación de infraestructuras y las atracción de inversiones para el desarrollo de energías limpias.
Si bien en México la ley de Servicio Público de Energía Eléctrica (que permitió el uso de paneles solares) se aprobó unos meses después, en abril de 2012, fue en 2017, fecha en que se expiden las Disposiciones Administrativas de Carácter General (DACGS), cuando la industria despegó por completo.
Los procesos en ambos países tienen un inicio similar, pero el trayecto ha sido muy distinto: en México, el límite en las conexiones de generación distribuida a escala de Net Billing es de 500 kW, con miras a doblarlo, mientras que en Chile sigue siendo de 300 kW.
Si bien es cierto, sólo considerando el tamaño del mercado podemos explicar el repunte del sector energético en México (mientras Chile tiene poco más de 19 millones de habitantes, México supera los 126 millones), lo cierto es que el gran fenómeno que ha empujado la generación energética en el país norteamericano (y su economía) es el nearshoring.
En los últimos años, México incluso le ha quitado terreno a China como principal aliado comercial de Estados Unidos, fenómeno que no sólo responde a presiones políticas, sino que fue impulsado por los problemas que surgieron durante y posterior a la pandemia en materia logística internacional y el buen delivery que el país latinoamericano ha mostrado, proveyendo mano de obra y un desarrollo industrial competitivo al más alto nivel.
De este modo, México experimenta una necesidad importante de generación de energías renovables, gatilladas por la exigencia de más electricidad para abastecer la demanda de Estados Unidos, lo que ha impulsado la creación de soluciones de generación in situ en diversas industrias.
Vemos como múltiples ciudades gozan de un amplio desarrollo industrial y cómo estas industrias cada vez responden más a los criterios ESG que exigen sus clientes e inversionistas estadounidenses, empujando con aún más fuerza una matriz energética en vías de descarbonización.
Sin embargo, cuando hablamos de mercados emergentes, el primero que se viene a la mente no es México, sino India. Un país con más de 1.400 millones de habitantes y un PIB de sobre 3.000 billones de dólares es, sin duda, una potencia en materia de desarrollo industrial.
No obstante, una coalición mexicana, chilena, colombiana y peruana, por ejemplo, se acerca a ese PIB nacional, con un PIB per cápita promedio muy superior al indio (lo que implica condiciones de pobreza, trabajo y estabilidad mejores) y un consumo de energía actual combinado bastante similar o, incluso, superior.
Interesantemente, cuando observamos las empresas de generación distribuida en India, éstas rondan los mil millones de dólares de inversión en promedio, mientras que en la región oscilan entre los 20 y 50 millones de dólares por actor. Es ahí donde está el principal desafío. Tenemos un espacio de crecimiento comparativo enorme y México es una pieza central para el crecimiento de la industria en toda la región.
Es por esto que muchos actores estamos apostando por contribuir al desarrollo mexicano y así al de todo el subcontinente. Tenemos la inteligencia de mercado, el conocimiento, los recursos, la tecnología y el capital humano más que suficiente para generar un gran mercado.
Si todas las compañías que nos dedicamos a invertir en generación distribuida logramos invertir en torno a los 10 mil millones de dólares en soluciones de mitigación e impacto en materia de energías limpias, Latinoamérica no sólo estará a la altura del desafío, sino que también nuestros mercados estarán preparados para participar con liderazgo en el comercio internacional, con una matriz de producción limpia y sostenible que nos de ventajas comparativas.
Y el primer paso en esta materia lo debemos dar en México en los próximos 5 años. Si nos enfocamos en ese desafío, pronto la región será vista con ojos distintos.»
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